La ONU resuelve que el aborto no es un derecho

Un giro de la situación

Estamos acostumbrados a leer noticias sobre el apoyo estratégico, argumental y demagógico que la mayor organización mundial ejerce sobre los gobiernos de las naciones en sus constantes presiones para implantar los subterfugios necesarios, en aras de imponer un abuso inconcebible. Una actitud constante, que vemos aquí, aquí y aquí. Han llegado al extremo de afirmar que «penalizar el aborto es torura», olvidando el trato que al feto se da con la única intención de provocar su muerte.

Les hemos visto recurrir a todo tipo de argucia refinada, a los más enrevesados ingenios para justificar la matanza de los hijos bajo cualquier pretexto, en el intento postmodernista de conseguir que el tópico llegue con la repetición constante a ser un referente en sustitución de los morales, de desplazar los planteamientos éticos por los que emanan las instituciones que representan supuestamente a todos (y no queda claro con qué derecho) .

No era posible seguir tragando las píldoras de falacia con que constantemente se bombardeaban las comisiones de esta institución, como los «derechos de salud reproductiva». Todos sabíamos que no se puede hablar de salud cuando se propugna todo lo contrario para quien está en proceso de reproducción. También lo sabían quienes se dedicaban a propagar este contrasentido, con la única y aviesa intención de presentar a «Quienes opinan en contra» y con ellos, una «división de opiniones» que no es real, para luego «presentar una polémica» y zanjarla a su conveniencia, dando por «superado el debate sobre el aborto» tras las imposiciones de turno. Demasiados países hemos sufrido ya ese torpe mecanismo que a nadie puede engañar. Demasiado dictatorial este puecherazo.

Durante este año, han seguido las argumentaciones en búsqueda del supuesto «derecho al aborto»  y como podemos ver, hasta el Secretario general ha tomado parte, evidenciando así un interés demasiado generalizado entre una organización que siempre ha estado sujeta a sospechas y conjeturas sobre sus intereses reales, incluso sobre la conformación real de sus órganios de gobierno. Se ha retorcido hasta el extremo la tan traída y llevada declaración Universal sobre los derechos Humanos (D.U.D.H.), texto ambiguo del que puede extraerse cualquier conclusión, sin que su redacción niegue o afirme ésta y toda su contraria.

Algunas ponencias feministas, en una clara resonancia de la letra de «La Internacional», pasaban del derecho al «deber». El radicalismo no tiene límites. Se hacía necesaria una base de consideraciones en apoyo al exterminio y estiraron de nuevo del cajón de la reducción de la tasa de mortalidad y de esa hipotética superpoblación mundial, que jamás ha llegado. Algunas organizaciones antiabortistas presentaron informes que mostraban la falsedad de estas pretendidas aseveraciones: Es el ámbito médico quien reconoce que no hay una relación probada entre aborto y reducción de mortalidad maternal, mientras que produce esta intervención la infalible muerte del feto. El campo legislativo podrá ordenarlo, pero no es capaz de conseguir la modificación de la ciencia médica para que ésta modifique a la vez la realidad.

En la Asamblea Plenaria de 2012

No se pudo llegar al consenso de que emane de la  D.U.D.H. ninguna licitación para considerar el aborto como un derecho, por lo que la moción al respecto ha fracasado por enésima vez. Llegando a este punto, debieran reconsiderar la promoción que vienen haciendo y descubrir la evidencia de que vulneran otros derechos inalienables que nunca podrán ser resarcidos, porque la muerte es irreversible.

por Luna