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La ética de Blogueros con el Papa se va por «los desagües»
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He dejado en color verde las partes de la argumentación que considero conductoras en el discurso y en color rojo aquellas que contienen valoraciones de aspecto moral de especial significación en el contexto. Comprendo que la conjugación de uno y otro aspecto debiera ser completa para llegar a una exposición correcta de lo que se pretende transmitir, pero ya hay algún gazapo en esto, como veremos.
Desde el punto de vista moral, existe una patente diferencia entre un aborto intencionado y el abandono de un hijo recién nacido con intención de matarlo y hacer desaparecer su cadáver. Naturalmente que la hay. No es lo mismo someterse a un verdugo que haga el trabajo sucio y suavice mucho la situación mediante una anestesia física y otra para la conciencia, que el actuar a sangre fría y enviar a tu hijo a la muerte, cuando lo estás viendo y tocando. Ambas actuaciones son de materia gravísima, pero se realizan en circunstancias muy diferentes y bajo unas posibilidades opuestas. Nadie va a pegar los fragmentos necrosados de feto descuartizado y resucitarlo, pero sí puede encontrarse al bebé expósito con vida… Muchas cosas se pudieran tomar en consideración, mas basta con ver la diferencia entre que un hijo no ha nacido y otro sí, circunstancias que cambian en mucho la naturaleza del acto, aun cuando su intención sea la misma: Matar al hijo para deshacerse de él.
Otro gazapo considerable es el que se ha colado Con la matización de que «Sólo es cierto [que la libertad de una persona debe ser tratada como sujeto y no como objeto]cuando se habla de una vida en concreto». Está muy claro, el autor no tenía ninguna intención de despreciar a una civilización entera o a toda la humanidad, no ha pensado en la implicación ética que pueda haber en los genocidios que nos han aterrorizado en la historia. Supongo que quiere decir que no podemos plantear la posibilidad de la abstracción y hay que interpretar que quien dice «una» dice «Varios cientos de miles o millones de vidas en concreto». Es un error perfectamente comprensible, por lo que sigo sin prestarle mayor atención.
Y hay un tercer gazapo, que ha quedado en color verde porque no sé mezclarlo con el rojo, pero tiene importante peso específico en la valoración moral: » Los segundos, porque toda libertad es para hacer el bien. Esta última afirmación pertenece al ámbito de la ética y no al de la política.» Dice. Y sobre esta aseveración y la de que «los de izquierdas sólo tienen la libertad de elegir como aborto», sustenta una dicotomía entre lo político y lo ético que voy a refutar, yendo ahora a la letra que he dejado en color verde.
Si las etiquetas de «izquierdas o derechas» suponen una verdad absoluta e innegable que conforma la naturaleza humana, la mayoría de personas no existimos. Esto para empezar. Porque esta distinción es completamente irreal y no encuadra a un solo humano que haya poblado la tierra. Y es de entender, somos irrepetibles. Sabiendo que en su actuación difieren ambos componentes del espectro político de su ideario y de su esencia misma, no sabríamos por dónde tomar estos términos. Y necesitados de una concreción para sistematizar nuestras actuaciones (Que no es la política nada más) no podríamos optar por otra que la del bien, si deseamos el bien.
Pero no figura el «Lado del bien» en el ámbito parlamentario o civil, se presupone que todos -ya seamos de izquierdas, derechas o centro- lo buscamos. También se presupone que rechazamos el mal.
Llegando a este punto se impone un uso imprescindible de la moral para dirimir la cuestión de si podemos faltarle en nombre de la política. Sería necesario hacerlo para dar sentido al párrafo. Concluyo por tanto que la moral es inseparable de la política.
«Si confundo el terreno moral con el de las libertades políticas, entonces podrán decir de mí que soy un hipócrita: en el fondo no me importaría nada la libertad de la mujer y mi apuesta por la libertad sería simplemente estratégica.»
Defínanse como se quiera los términos «libertad», «política» y «libertad política» . Pero quedan expuestos a una prueba de verdad: Será la definición aceptable cuando comprenda la idea (aunque sea en modo vago) de que a través de la política o por el uso de la libertad, podemos orientar nuestras acciones hacia el bien y someterla a unas reglas que redunden en beneficio de todos. Y esto es imposible conseguirlo en modo amoral.
Cualquiera de las circunstancias que atañen a la naturaleza humana (Libertad, dignidad, Trascendencia, mismidad, consecuencia, espiritualidad…) son fuente de nuestra moral, por lo que sería incoherente deslindarla de ella.
La libertad «política» no existe. Es la libertad a secas, desempeñada en uno de los innumerables ámbitos en que debe ejercitarse, ni más ni menos. ¿Por qué le vamos a dar un tratamiento diferente a la libertad «moral»?
Obviamente, la afirmación de que la libertad debe deslindarse forzosamente de la moral supone por sí misma una limitación que lo único que consigue es eliminar la libertad misma en muchas circunstancias, por lo que no puede conformar una premisa, pero pasando esta evidencia por alto, encontramos que la aplicación tampoco da un ben resultado: Lo hace el autor -como él mismo dice- «Para no ser hipócrita». Hipócrita es aquél que actúa en contra de sus creencias o convicciones, movido por los resultados que pueda obtener y aun manifestando extremos contrarios o no compatibles con los que verdaderamente profesa. Quien cree que la moral tiene un valor fundamental (Los cristianos somos de esos y el autor es cristiano), no puede omitir los fundamentos en la construcción. Máxime, cuando ni siquiera es necesario.
Lamenta el autor la indiferencia como causa de los males del aborto o del abandono criminal, pero no promueve más que la indiferencia cuando erradica la moral de la política. ¿Conseguirá acaso su fin?. No sé, no sé. Por si acaso, actuaré yo de otra manera….
Digo:
Que seré indiferente ante la vida de un hijo, que su libertad me importa tanto como la de su madre y que por esto, no puedo consentir que se entienda la política como un compartimento estanco, en donde la moral no tiene nada que ver. Si matan al hijo antes de nacer, ya no será libre. Tampoco su hijo, ni sus nietos, ni sus tataranietos… ¿Sigo? No puedo. Internet tiene una limitación, no sé cuántas veces se puede escribir «ni sus… tal» sin llenarlo hasta que reviente. Pero ¿Sabemos cuántas personas descienden de una, de aquí al final de los tiempos? Pueden ser millones, trillones… O ninguna, porque al fin y al cabo, no sabemos cuándo se acabará el mundo. Como no quiero que mi desprecio sea infinito, tomo en consideración todas estas libertades, que pesan tanto como la de la gestante contemporánea. Y encima, descubro que lo mismo puedo hacer si prescindo completamente de la moral, por simple equiparación matemática.
¡Huy, qué poquito estábamos respetando la libertad hasta hacer esto!.
Y sigo:
Pero no puedo salirme por la tangente. Acabo de adquirir un compromiso moral, por lo que no voy a despreciar en absoluto la libertad de la gestante. Ni en el ámbito político, ni en el personal. Jamás «obligaré» a nadie a parir, esto es contrario a mis principios pro vida. Pero parirá.
Y lo hará, porque pongo el mismo empeño en que acepte la mujer su maternidad como en que lo haga sin presiones por mi parte, usando algo intrínseco en todos nosotros, que es el amor. Me dejo de conciencias que yerran o dejan de errar, cuando no están en el momento propicio de tomar una decisión. Ya trabajarán más tarde, cuando todo haya pasado y se encuentren en mejores circunstancias.
Voy y descubro que esto tampoco es exactamente moral, que encima, se puede hacer aunque se tenga el «parrafito» grabado en la frente.
Fíjate: Habíamos exterminado toda una estirpe por no pararnos a pensar un poco. Os garantizo que el amor puede esto y mucho más, me lo ha enseñado la experiencia.
De todas formas, una libertad política sin moral podría liberar a terroristas, darles armamento y encargar atentados sin ningún problema. O podría legitimar la quema de conventos y matanza de religiosos, el asesinato del mismísimo Papa y de todos sus sucesores. ¿Por qué no?
Pues porque no es libertad, ¡Vaya perogrullada!. Como no es libertad la de decidir por la vida de tu hijo , o la de permitir que otros lo hagan.
Por Iñigo Ruiz
¿Por qué pedimos aborto cero?
Estamos en un momento de promesas por parte de los políticos del gobierno. Hemos tratado aquí en varias entradas sobre las declaraciones de Gallardón sobre la modificación de la legislación relativa al aborto. Algunas parecen verdaderamente esperanzadoras, porque llevan a suponer que existe una auténtica conciencia del mal que se causa, así como el propósito de enmendar la situación en pos del derecho a la vida como fuente de todos los derechos fundamentales e inalienables del indivíduo.
Pero vivimos en un contexto marcadamente relativista, en donde se entiende que la situción ha de imperar sobre la moral para poder cubrir algunos interrogantes de modo satisfactorio. No hemos salido de un mecanismo político en donde la opinión pública pesa sobre todas las decisiones, donde la determinación de voto cuenta más que la misma verdad. Esto nos hace temer que se mantengan «supuestos» en los que quede despenalizado el aborto, que no se tipifique como crímen por temor a una futura reacción electoral. No tenemos otra cosa que una reacción electoralista por parte de los legisladores, si esto es así.
El reconocimiento del derecho a la maternidad (y paternidad), del que también asiste para vivir y nacer, supondrían un logro en justicia para nuestra sociedad, pero sólo si se establece la imposibilidad jurídica total de abortar. Siempre y en todas las circunstancias. Porque no es admisible que se establezca un parangón entre la criatura de perfecta conformación física y élfica figura, frente a aquélla que presenta problemas de conformación física.
Tampoco puede quedar privilegiado el hijo de unos padres conscientes de lo que traen al mundo frente a quien se gesta en el rechazo a su identidad y a su esencia misma. De establecerse cualquier causa permisiva de abortos (Aunque fueran muy pocos), entraríamos de nuevo en la degeneración jurídica, en detrimento de derecho al fijar que las causas de consideración hacia lo humano son de carácter fisiológico o social y no inherentes a su potencial, trascendencia, mismidad y etiología.
Y nuestro contento ante tan cuestinable logro sería una lamentable celebración de la alienación social ante un decreto que fijaría de nuevo el consntimiento de un mal mayor en pos de un bien mucho menor. Seríamos injustos orgullosos de serlo y cómplices de una selección que nada tiene de ideal.
Rubalcaba inicia su campaña electoral matando a una vieja
Ya lo sabéis: El candidato del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba lanzó la promesa electoral de que la primera ley que aprobaría en su legislatura sería la llamada «de muerte digna» -Eutanasia, hablemos claro.-
Paradógico para una democracia que se prometa el consenso total al respecto. Esto es, que un candidato nos ofrezca en tan polémica cuestión el agrado y refrendo del resto del espectro parlamentario y del Senado, la nula oposición del resto de políticos o al menos, la necesaria para que la ley salga adelante.
¿Pero a dónde hemos llegado? Quizá, a ver en jaque el sistema democrático. Si es cierto que se va a dar esa aprobación, nos encontramos con que es mecanismo para imponer las situaciones más injustas que se puedan imaginar. Y de hacerlo por ley. Si no va a salir adelante por los reparos de personas cabales y respetuosas, lo que han dado en llamar «reglas del juego» se ha pervertido hasta el punto de permitir que semejantes mentiras formen impunemente parte de una campaña electoral.
Pero esto es sólo el prólogo, no se crean ustedes que el resto de la entrada es paja. Antes de esta aprobación nada esperable, cuando aún no es legal (Gracias a Dios) que se mate a los desvalidos por el hecho de no ser rentables, la Junta de Andalucía ordena a un hospital que no se alimente ni hidrate a una anciana llamada Ramona, porque su hijo «refiere» que había dicho la paciente que no quería ser entubada en caso de ingreso hospitalario. Ya me dirán quién es la Junta de Andalucía para dar una orden así, que potestad puede adjudicarse esta atribución. Ya me dirán si una mera testifical sin confirmar es válida para dar muerte en tortura de inanición a una mujer de unos noventa años, cuando no sería aceptada para percibir su caudal hereditario.
Me dirán si es práctica médica el abandono hasta este extremo de una paciente, si los facultativos están obligados a cumplir o se deben a su código deontológico…
Me dirán si saben seguro que la señora conocía la diferencia entre una sonda nasogástrica y otro tipo de tubos, si estaba en pleno uso de facultades para poder tomar una decisión así, cuando una depresión (Comprensible en muchas circunstancias y personas) puede bastar para decir lo que luego se lamenta. Y ya me dirán cómo puede expresar ahora su cambio de opinión, estando inconsciente. ¿No nos quedará la duda de si quiso enmendar lo dicho y no pudo hacerlo antes de llegar a este estado?.
Nadie puede decir que ocho días sin comer ni beber vayan a producir una muerte «digna». Sobre todo, porque los humanos nos dignificamos con nuestra vida.
Y esta agonía ilegal es «cortesía» del PSOE, para que vayamos anticipándonos a las mieles de la eutanasia, para que vayamos degustando las heces de nuestros derechos, perdidos por la falta de respuesta y por obra de ingeniería social. Y esta anciana que ahora muere no lo hace por nadie, sino que la matan, como imagen de propaganda electoral, con el único fin de recabar votos y de hacernos creer que estamos manteniendo un debate sobre la eutanasia, que luego darán ellos por ganado. (Como hicieron con el aborto).
No me pregunto qué nos promete un partido así, porque ya no los han dicho: La muerte. Me pregunto qué nos augura. Y un frío, horrible sudor recorre mi cuerpo.
Luna