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Pan de Vida Eterna
Han pasado muchísimos años y ahora lo veo con otra perspectiva. También quienes puedan recordarlo. Por esto, os lo voy a contar:
Faltaba aún algún tiempo para prepararme para la primera Comunión, pero ya me habían explicado mis padres el Misterio de la Eucaristía y del Cuerpo y la Sangre de Cristo, por lo que el sagrario me infundía mucha devoción. Lo miraba con respeto, pero con muchísimo cariño. Allí, en la enorme capilla de un convento de Franciscanos, al lado izquierdo del pie del presbiterio. Ante un fondo de espigas, en un bello trabajo de orfebrería y en toda su dignidad estaba Dios-Eucaristía. En aquellos tiempos se prestaba mucha más reverencia y solemnidad aun en los actos de devoción más sencillos y personales y era extraño que no hubiera tres o cuatro reclinatorios en los que álguien estuviera haciendo la Visita. Costaría también no encontrar a nadie rezando el santo Rosario.
Y yo me miraba a mi querido Jesús, metido allí, en aquella Casa especial para él y para nosotros, ya que un día podría comulgar y recibirlo. Sí, Jesus-amigo, pero no era ya un «jesusito de mi vida» de candor absoluto. Sabía que había muerto por nosotros, que nos dió unas Enseñanzas, que toda aquella amistad era mucho más de lo que podía comprender, porque me faltaba preparación. Con él conversaba y a él le rezaba, lo mismo para pedirle que me llegase pronto la Primera Comunión, como para contarle el último episodio de «Los chipiripitifláuticos»O pensaba cómo era esto de recibir a Jesucristo, qué se podría sentir…
Normalmente, íbamos a Misa toda la familia y ya era trabajo para nuestros padres controlar las travesuras de diez chiquillos, bajar al hijo que estaba haciendo «polichinelas» detrás del altar de la Capilla del Santísimo, mientras otro lloraba y el de más allá entonaba el «Sanctus»a grito pelado cuando se estaba cantando el «Aleluya».
En una ocasión, mientras algún hermano mío pedía disculpas a un confesor por haberle tirado un avión de papel (confeccionado con la hoja dominical) o preparaba otro una piedra y una goma de borrar para la colecta, recopilé lo que sabía de la Comunión, añadiendo en cosecha propia lo que suponía, porque de niño «lo que no sabes, te lo inventas». Recibimos el Cuerpo de Cristo, Dios-Hijo. Y lo hacemos comiendo la Sagrada Forma. También, al comer bendecimos la mesa… Y encontré un medio muy inspirado de alcanzar una mayor santidad: Al bendecir la mesa, perdimos al Señor que lo haga, porque nosotros no valemos para esto. Pero la Consagración «es más» y la hace un sacerdote.
Creía yo que en el sagrario se «consagraban aún más las Formas que fuera de él» (Cosas de niños), por lo que alli tenía que estar -por fuerza- lo más santo y más sagrado que pueda existir. Si con una comunión semanal o diaria se alcanzaba un estado de Gracia tan elevado, ¿No sería aún mayor con más de una al día?. Quizá llegáramos a ser ángeles, «cuanto menos,» santos. (En aquellos tiempos, un ángel era para mí «más» que un santo).
No sé si recordaréis cómo llevábamos antes los bocadillos, cuando aún no se usaba el papel de estaño. Se envolvían con papel de periódico, al que se añadían unas gomas elásticas y a veces, una bolsa de plástico o de tela. Lo de dentro se comía y con lo de fuera, se hacían pelotas para jugar. El bocadillo se sentía en la mano de forma distinta a los de ahora, por su tacto y por su olor, que solía extenderse por la atmósfera. El caso es que iba al colegio de buena mañana y lo llevaba en la mano, cuando se me ocurrió hacer el gran experimento. Conseguí escabullirme del hermano mayor que me acompañaba e ir a hacer la Visita a hurtadillas. Encontré la iglesia casi vacía y a los feligreses medio dormidos, nadie me vió. Y en uno de los actos más devotos que recuerdo de toda mi vida, abrí el sagrario y deposité con muchísimo respeto un bocadillo de sardinas. Allí me quedé rezando, para mejor «consagrar» este alimento, ya que a partir de que lo comiera, sería santo y quizá ángel. Cuando vieran los Franciscanos mi descubrimiento, no se comería ya otra cosa y el mundo sería santo como nunca hasta entonces lo habría sido.
En estas llegó un Padre Franciscano a tomar unas Formas para llevar a los enfermos y encontró con gran sorpresa (y mucho miedo) un «paquete sospechoso» en el sagrario, por lo que lo cerró corriendo, nos hizo salir a todos muy alarmados y se fué volando a llamar a la policía. En el corrillo de la calle se hablaba de la FAI, de los «maquis» y otros recuerdos de algo que había quedado muy, pero que muy atrás. Se rezó en acto de desagravio, se temió lo peor… Sufrimientos innecesarios. Al cabo de un cuarto de hora, se reabría la iglesia, mientras el Padre que había hecho el temible hallazgo se escurría, intentando que no fuera de ver su ataque de risa.
Tuve que dar muy largas explicaciones, incluso reiterarlas hasta el infinito. También las recibí, pedí disculpas y finalmente, se me dieron. Pero tras severas amonestaciones. Años más tarde, supe que el fraile que había encontrado el bocadillo pensó que era una bomba, que la policía tuvo que «desarticular» el bocadillo, y que esto le produjo un estado de nerviosismo e hilaridad tan fuerte, que en tres dñias hubo de ser relegado, porque no paraba de reir ni de noche.
Postrado a veces ante el sagrario, cuando llevo ya un rato de Visita o tras una Adoración, recuerdo el zumillo de las sardinas y le digo a Nuestro Señor: Lo Tuyo es mucho mejor. Tú sí supiste hacerlo…
El Cuerpo de Cristo nos guarde para la Vida Eterna.
Corpus Christi, 2012
Por Luna
Madre: Aquí tienes a tu hijo
Entre velas alzadas llevamos a la Madre de Dios en la solemne procesión y vigilia mariana. Los cantos perfuman el ambiente abrasador de la noche más cálida del año, las oraciones aúnan las almas. Los rosarios se desgranan.
Y yo tengo mucho más que me infunde devoción: Asisto con mi familia. Por allí habrá algunos hermanos míos, seguramente los encontraré a lo largo de la velada. Igual no, el gentío es imponente… Pero tengo a mi lado a mi mujer y de mi mano, llevo a mi hija.
Al rezar el mes de mayo, la emoción me embarga. Digo tres veces: «Madre, aquí tenéis a vuestro hijo.» y luego: «En Vos, madre mía, he puesto toda mi confianza y nunca jamás seré confundido». ¿Lo digo por mí o por Pilar? Hermosa duda, con hermosa respuesta: Por los dos y también por mi mujer.
Y recuerdo la alegría con que le enseñé a mi hija por primera vez, cuando tenía tres semanas. El bultito de dos palmos que era entonces mide hoy noventa centímetros. Así se acrecienta también mi fe en la Santísima Virgen y mi amor a Ella, mi agradecimiento por todo lo que de Ella recibo y mi admiración por lo poco que me pide a cambio.
No lo digo por no distraer, pero en el fondo, pienso: Madre: Aquí tenéis a vuestra biznieta. Sí, porque ya es la cuarta generación que me acompaña en esta procesión, desde mi abuela, hasta mi hija. Veo que estamos todos unidos, por encima del tiempo, que le doy lo que de otros recibí…
Gracias, muchas gracias por todo. Madre: Aquí tienes a tu hijo. Y como cada noche, os decimos mi hija y yo:
Buenas noches, Vírgen María. Buenas noches, Niño Jeús. Buenas noches, San José. Buenas noches, Ángel de la Guarda.
Por Iñigo Ruiz
Con todo mi amor a mi hermano Mariano Arnal
La generosa entrada de hoy en Germinans germinabit ha sido para mí un motivo de alegría, como si a mi sobrino le hubiera tocado un piso de protección oficial o a mi suegro la lotería. Bueno, no ¿Dónde iremos a parar? ¡Mucha más alegría!.
La que da saber que existen aún el valor, la nobleza y la sinceridad. Y la de ver que estas virtudes se aunan en un querido amigo con quien tengo la fortuna de colaborar, un maestro de quien tengo el privilegio de aprender, de un apóstol, de quien siempre pensé que sería confesor de la fe y que para mayor alborozo, RESULTA SER MI HERMANO. No me extraña en absoluto que salga un hijo así, de una Madre como la mía.
Es bastante conocido el caso de la web Germinans Germinabit, del acoso que ha sufrido durante años, cómo había detectives contratados para espiarles, cómo les pusieron una primera querella que terminó en agua de borrajas, al estar tan mal planteada que el demandante iba a salir más perjudicado que resarcido tras la vista. Para quien no esté al corriente, no se lo voy a explicar, porque en la entrada enlazada lo cuenta Mariano con todo detalle.
Ya lo véis: Piden varios miles de euros y un año de prisión por inscribir dominio y alojamiento con un nick o pseudónimo, pese a que este hecho no está tipificado como delito, pese a que no han podido constatar que la supuesta suplantación de identidad no es una mera coincidencia de nombre y apellido. (Conozco a cinco personas distintas que se llaman Ramón Prat y a cuatro Juan Costa.) Coincidencia parcial, pues dieron el nombre de José Tal , un DNI y un domicilio. Ahora les culpan de haber suplantado la identidad de José MARÍA Tal, con DNI que no coincide en una sola cifra y domicilio que no tiene nada que ver.
(Mucho cuidado, Calamardo, Asfàltics, Luna, Bignatius, Constantino Triunfal, Supremo Mandarín, Albert Einstein, Rey del mundo y 20 cms…)
Asumiendo los hechos aparece Mariano Arnal, quien dice lo que su conciencia le dicta: Se crió en el seno de la Santa Madre Iglesia, cree en Ella, está deseoso de servirla, porque de una madre no se puede nunca renegar. Soy hijo de esta misma Madre y me siento orgulloso de descubrir que tengo un hermano tan valiente y santo. Me llena de satisfacción que quiera dar la cara, pero no nos equivoquemos: Yo soy Espartaco.
Quien quiera, que me pregunte. Yo le daré razón de quien soy, lo que hago y lo que hice. Venga por mí José María Tal con un juez, un fiscal y un cardenal. Gustoso les atenderé.
Y a tí, mi hermano santo, un abrazo, mi cariño y mi respeto. Quiero ser como tú.
Por Iñigo Ruiz.